Joya: AiR / Jaron Rowan / ESP

photo Simon Beckmann

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‘La Ilustración, en su empeño por liberar a los Europeos de los poderes feudales y de la hegemonía de la iglesia, impuso la racionalidad como principio para hacer inteligible el mundo. Toda la realidad fenoménica es decir, las plantas, los animales, los minerales, los cambios atmosféricos, los objetos culturales, etc. podían y debían ser nombrados, catalogados, ordenados, diseccionados para así, ser comprendidos. Todo se podía conocer. Nada debía escapar a la fuerza de la razón, a su capacidad de análisis. El humanismo es aquella tradición de pensamiento que considera que gracias a esta capacidad de conocer la realidad, los humanos están por encima de los demás seres del mundo. Que los derechos de los humanos han de perseverar sobre los derechos de todo ser o ente no-humano. Que gracias a tres principios operativos: la objetividad, la crítica o el afecto, los humanos pueden entender y controlar el mundo en el que viven. Que el planeta es un escenario para que los humanos prosperen y que los seres que lo pueblan están al servicio de las necesidades y privilegios humanos. Así, la razón y el humanismo se impusieron violentamente sobre los cuerpos y las vidas de quienes tenían formas de entender y vivir diferentes. Quienes “aún vivían sometidos bajo el poder de las cosas”. Quienes aún dependían de otros humanos, de las plantas, de los animales, de los objetos para construir su bienestar.  

Gran parte de las perspectivas de análisis cultural de las que disponemos en la actualidad han heredado esta tradición de pensamiento. Se siguen basando en las idea de que los objetos culturales se pueden hacer inteligibles gracias a una combinación del análisis objetivo, la crítica o entendiendo su capacidad de afectarnos. Que los humanos somos seres autónomos del entorno en el que vivimos. Que la escisión sujeto-objeto, natura-cultura, humano-no-humano, son vectores que sirven para dar cuenta de la realidad de la que somos parte. Que gracias a la razón nos podemos situar en una relación de verticalidad para con los objetos y seres que nos rodean. Que gracias a nuestra capacidad de conocer, nos podemos liberar de la fuerza, de la magia, del influjo de los objetos culturales que se empeñan en convivir y marcar nuestras vidas. Durante mi estancia en el entorno privilegiado de Joya: AiR, he estado investigando y escribiendo en torno a cómo se podría entender el análisis cultural como una herramienta de reparación. Como una estrategia para identificar, cuidar los vínculos y evidenciar las interdependencias que nos engarzan en tramas de objetos y sujetos. Como mecanismo para empezar a aceptar las maneras en las que actúan, nos determinan y definen los objetos culturales. El análisis cultural como herramienta para aceptar que las cosas brillan y nos iluminan, que tienen poder sobre nosotros, que en ocasiones nos pueden conquistar. Durante la residencia he trabajado en formas de habitar la indeterminación, las ambivalencias y la complejidad que presentan los objetos culturales con los que hemos crecido y convivido. He buscado formas de entender el análisis cultural como forma de reparar, de acercar y evidenciar las interdependencias radicales que articulan nuestra realidad’.

Jaron Rowan

Investigador cultural, escritor y profesor.

Jaron Rowan es coordinador de la Unidad de Investigación y Doctorado de BAU, Centro de Diseño Universitario, en Barcelona. Ha escrito el libro Emprendedores en cultura (Dream Traffickers, 2010), "Memes: Idiot Intelligence, Rare Politics and Digital Folklore" (Capitan Swing, 2015) y "State Free Culture" (Dream Traffickers, 2016). También ha colaborado y coescrito libros como "Innovación en la cultura" (Traffickers of Dreams, 2009), "Cultura digital libre" (Icaria, 2012) y "La tragedia del derecho de autor" (Virus, 2013), así como colaborando con medios y revistas.


 
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